No encuentro mayor tristeza
que la de los cables del teléfono
cruzando las viejas carreteras,
y allí, asentados en su soledad,
de cuando en cuando, un pájaro,
callado, casi ensimismado
en su propio pensamiento de ave.
Me bajaría del automóvil
y me iría a su lado,
a decirle cosas de mi vida,
porque sé que desde su mirada serena
ha visto pasar a tantos como yo,
por estos viejos caminos,
que algo de todos ellos
se ha debido guardar para siempre.
sábado, 22 de marzo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
describiste una estampa realmente desolada...
grandes terapeutas lo animales cuando sólo buscas comprensión...te escuchan con oidos atentos sin cansarse y nunca nunca te juzgan...
¡Qué triste!
¿Verdad?
Un sólo comentario...
¿Para esto escribimos un blog?
No nos quieren...
Saludos.
Buen poema.
Tú también... te has dado cuenta.
Ummmm!! yo, cuando nadie me ve, hablo con ellos. Y me va muy bien.
besosssss
Publicar un comentario