En mi jardín nada que no sea un pájaro o una mirada de nube penetra,
si acaso el aroma del mar o el viento altano que me trae su humedad.
Me resisto a que la luz se apague, que el sol se escape por el muro
y sólo quedemos el atardecer y yo esperándola como una nueva letanía.
martes, 4 de marzo de 2008
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